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Historia, memoria, el periodista y el juez

La publicación por el diario AL Jarida AL Oula de una serie de relatos de “grandes testigos” grabados por la Instancia Equidad y Reconciliación (IER) suscitó una verdadera emoción así como la interposición de una denuncia ante lo civil pidiendo la suspensión de la publicación de estos testimonios y la restitución de los relatos publicados sin la autorización del CCDH institución depositaria de los archivos de la ex comisión de la verdad. La justicia dijo su palabra. Sin embargo este asunto plantea numerosas cuestiones relativas a la libertad de los periodistas, al derecho de acceso a la información, al derecho de los archivos, a las relaciones entre memoria e historia,…

Sin pretender responder a todas estas interrogaciones, esta reacción desea aclarar estos debates, necesarios y legítimos, y que exigen un debate público, pluralista y sereno.

Así pues, es necesario saber que la iniciativa de grabar un determinado número de actores políticos se validó después de largos y vivos debates entre los miembros de la IER. Los opositores a esta idea, entre los cuales figura el signatario de esta contribución, avanzaban dos tipos de argumentos.

El primero se refería al principio de equidad él mismo. Habida cuenta de la lista propuesta por los partidarios de la idea, éramos algunos a destacar el número limitado de los actores que iban a ser solicitados y a interrogarnos sobre los criterios que habían presidido a su establecimiento. Recordábamos también que sería imposible, y más aun añadiendo numerosos otros nombres, proceder a su escucha en tan poco tiempo.

El segundo tipo de argumentos hacía hincapié en el carácter complejo de toda tentativa de historia oral que exige una metodología científica, unas precauciones epistemológicas y una preparación rigurosa, que si no se respetan y como se intentará explicarlo arriba, no se puede hablar de trabajo histórico.

Este debate revelaba de paso un hecho consubstancial a todas las comisiones verdad a través del mundo y sobre el cual nuestro amigo Eduardo González, el coordinador del informe final de la comisión peruana había llamado nuestra atención en el seminario de formación de los miembros de la IER organizado en marzo de 2004: la inevitable tensión entre los miembros de formación jurídica y los que tenían una formación en ciencias humanas. Finalmente, el proyecto fue validado por que nuestro Presidente, el difunto Driss Benzekri, no quería vejar una iniciativa de un miembro a pesar de fuertes reticencias de las que puedo ser testigo, y también, por que hemos favorecido, sobre esta cuestión como más tarde las audiencias públicas u otros problemas, el consenso y la convicción mutua más bien que el voto.

Hoy en día, ahora que algunos relatos han sido publicados, es el conjunto de la Nación que se encuentra realmente confrontada a las cuestiones que nos habíamos planteado entonces: ¿Qué valor dar a estos relatos? ¿Qué parte de verdad ocultan? ¿Constituyen nuestra historia nacional? ¿Y si no, cómo emprender esta escritura de esta historia y, en particular, la más cerca posible y obviamente la más dolorosa y la más compleja? ¿Acaso es posible sobre todo que una parte de los testigos desapareció para siempre, que nuestros archivos estén en el estado en lo que están? ¿Y por fin cuál debía ser nuestro papel, nosotros en aquel entonces, miembros de la IER o ciudadanos ilustrados de hoy en día?

A este respecto, se puede avanzar serenamente que tales relatos no podrían constituir por sí solos la Verdad histórica. Sin disminuir la calidad de sus autores, estos testimonios sólo reflejan en definitiva una parte, menor y parcial, de la memoria de estos actores, memoria que al igual que cualquier otro memoria, es subjetiva, selectiva y cuando proceda, instrumentalizada, consciente o generalmente inconscientemente por el que la expresa. Y si esta parte de verdad debe tenerse obviamente en cuenta, debe ser absolutamente confrontada a otros testimonios, contemporáneos de los mismos acontecimientos y también como máximo de otras fuentes, en particular, escritas. Y se trata de una tarea que los solamente los historiadores pueden hacer, ni los miembros de la IER que fuimos ni los ciudadanos que somos hoy, ni los periodistas.

Así pues, y suponiendo que todo programa de historia oral haya sido sistemática y rigurosamente hecho, no es más que la primera etapa de un largo proceso: el esfuerzo inevitable de cotejo de las fuentes, la necesaria duda crítica en consideración a su respecto y el trabajo de interpretación y lectura del historiador profesional. Es a estas condiciones y a estas condiciones solamente que podemos hablar de una obra histórica, que se acerca de la verdad de los hechos, pero sobre todo que puede ayudarnos a su comprensión. Interviniendo desde este tiempo, el historiador marroquí Abdelahad Sebti decía, cito de memoria, que la Nación tenía no solamente la necesidad de saber, pero también y sobre todo que comprender. Y corresponde a los historiadores profesionales ayudarle a hacerlo.

Es, en particular por esta razón que la IER se negó, después de numerosos debates sobre este punto también - y a pesar de la masa importante de elementos importantes reunidos, a suministrar una lectura histórica global del período de su trabajo, pero consideró que era de su deber contribuir a preparar las condiciones susceptibles precisamente de ayudar a la escritura de esta historia.

Después de haber tomado a partir de las primeras semanas de su existencia las medidas precisas para velar por la organización de sus propios archivos, la IER emitía en su informe final varias recomendaciones que incluían particularmente, la adopción de una política moderna sobre los archivos, la creación de un Instituto de historia contemporánea, un museo nacional de historia, etc

Desde entonces, se estableció un Instituto Real de historia de Marruecos, el CCDH ha reunido a un Grupo de Trabajo compuesto de historiadores marroquíes de primer plan, el antiguo Parlamento votó una ley sobre los archivos y una misión de expertos de la Unión Europea trabaja con el CCDH para establecer las condiciones de una asociación estratégica entre la Comisión y Marruecos sobre esta materia. Es a la vez mucho y poco, considerando la inmensidad de la tarea que queda por realizar.

La aprobación de una ley, lo más perfecta posible, en efecto no es más que el primer paso de una política moderna de los archivos y por consiguiente, de un proceso riguroso de escritura de la historia contemporánea. Además de los decretos de aplicación necesarios, se trata de movilizar recursos financieros y humanos, de hacer un estudio sobre la situación de los archivos (incluidas las buenas prácticas), de prever las formaciones necesarias, en particular, de los archivistas, establecer el programa inmobiliario, etc

Es en particular sobre esta problemática que el debate nacional debe centrarse.

Radactado en francés por : Sr.Driss EL Yazami, miembro del CCDH y antiguo miembro de la IER

Traducido al español por : G.K

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